viernes, 9 de noviembre de 2012

Nota Harpers Bazzar








































El ESTILO 
En el garaje de la casa donde vive Julieta Kemble, la obra de su padre se guarda ordenadamente. Los colores y las formas geométricas de este gran pintor argentino se dejan entrever entre los marcos de madera y Julieta las sabe manejar como nadie: mueve cuadros de dos metros de altura corno una experta galerista, sabe el lugar preciso de cada una como un curador, recuerda cuáles se han prestado o donado a muestras y subastas mejor que el más práctico marchand. Ella es, en definitiva, la guardiana de esta herencia y su trabajo día a día está puesto en revalorizar, dar a conocer y gestionar el tesoro que le dejó Kenneth Kemble. Mientras posa como una experta frente a uno de los cuadros, sus dos hijos menores, Tasio y Amalia, la observan, así como un par de los seis gatos—todos recogidos de la calle— que ronronean silenciosamente por la casa. El know how que le dieron sus pocos años en el mundo del modelaje vuelve a salirle instintivamente. Aunque sea cosa del pasado, fue otra de las tantas experiencias y carreras que esta inquieta y polifacética mujer persiguió. "Estudié primero Administración y Dirección de Empresas. Después, Periodismo. Más tarde estudié, en Nueva York, Teatro y Religiones Comparativas, para después volver y empezar Historia del Arte, que fue lo que debería haber estudiado desde el momento cero. Ahí dije: `Ahhh, entiendo todo", recuerda. "Y fue después de que mi papá se murió...", agrega reflexiva.
«No estoy atada a ninguna convención". 

Pero no es solo sentada en alguna clase donde se la puede ver regularmente, sino también en las primeras filas de los desfiles de la Semana de la Moda, "no para ver qué me voy a comprar, sino más bien para acompañar el diseño argentino —explica—. Yo no sigo mucho la moda. No me voy a comprar nunca nada solo porque esté de moda esa temporada si no me lo voy a volver a poner después". En su ropero, la gama puede ir desde jeans gastados y calzas que usa para todas las ocasiones, hasta camisones antiguos y románticos, o vestidos de los años 60 comprados en el antiguo Salón Muaré. ¿Qué predomina? Las prendas de líneas simples de marcas corno Paul & Joe —una de sus principales favoritas—, Maje, Zadig & Voltaire o Vanessa Bruno. "Me di cuenta, después de haber hecho muchas compras, de que toda la ropa que compro es francesa", confiesa. Las marcas internacionales no son en ella una cuestión de esnobismo, sino que los viajes y las largas temporadas en el exterior como esposa del polista Justo Saavedra fueron los momentos en que se encontró más inspirada para comprar. "Cuando estoy por acá, no tengo tiempo, estoy más ocupada. En cambio, es parte del viaje hacer un recorrido, comprar y mirar. Y he aprendido mucho los últimos tiempos: soy indecisa y, cuando hay algo que me guste mucho, voy a dar mil vueltas pero me lo voy a terminar llevando. Como yo ya sé que soy así, directamente lo compro", explica. Con los zapatos, pierde la cabeza. Los ve no tanto como piezas de indumentaria, sino más bien como objetos o esculturas, que pueden apreciarse más allá del momento de uso. Es quizás a través de ellos donde más se cuela su faceta coleccionista: con cierta timidez Julieta desenfunda impactantes diseños de Giambattista Valli, Lanvin, Jimmy Choo y Gucci, guardados cada uno en su caja. "Y sí...", indica casi resignada, "me voy a seguir comprando zapatos porque son objetitos que no pasan de moda. Tengo unos franceses de Michel Perry que me compré en el 98, cuando se murió mi papá, y son una maravilla. Cada tanto me los pongo por ahí no son tan altos como se usan ahora. pero son espectaculares", agrega. A la hora de salir, confiesa no tener mucho tiempo para meditar qué se pondrá. Por eso su estilo es simple, cómodo y rápido de poner. "No puedo invertir tiempo porque no lo tengo: entre los chicos y mis cosas personales, no puedo dedicarme. Soy una mujer atípica en ese sentido: soy superpuntual y me alisto rapidísimo", reconoce. Quedarse en su casa es siempre una gran tentación. Le gusta la rutina de cocinar, ve:- televisión con sus hijos, y por eso, cada tanto suele pasar largas temporadas sin salir mucho. Pero se obliga a hacerlo para no caer en esa rutina. "Te das cuenta de que uno se empieza a enviciar, ya te quedas tranquilo y te achanchas. Más allá de ir a tal lugar y que me saquen fotos, me gusta bailar, me gustan mucho la música y las fiestas, me divierten. Y tiene que ver, justa-mente, con abrirse al mundo. Cuando salgo, algo siempre surge, algún encuentro con alguien o alguna idea de algo, buenos proyectos". Y agrega: "Yo vivo llena de proyectos". La primera mitad de este año se centró de lleno en la publicación y promoción de los libros Entre el pincel y la Underwood y Escritos Kenneth Kemble. Prólogos, artículos, entrevistas 1961- 1998, que presentó en el marco de arteBA 2012. Un trabajo de hormiga que realizó en conjunto con Florencia Battiti y el crítico e historiador de arte chileno Justo Pastor Mellado, que involucró leer, organizar y hasta digitalizar todos los escritos del artista para su posterior publicación. "Mi padre pintó toda la vida pero también escribió, y a mí me faltaba eso —reconoce—. Porque yo lo veía escribir y era un tipo muy polémico. Fue mucho trabajo". Para el año que viene, están preparando una muestra en el MALBA que presentará a Kenneth Kemble en su faceta de curador de su propia obra. ¿Cuál es su rol entonces?
Julieta es la última palabra en cada uno de estos emprendimientos, no solo como vocera de su padre, sino como tejedora de redes y socios, y creadora de buenos equipos.
"Yo heredé este trabajo como una cosa natural. Y la verdad es que recibo bastantes halagos y se crean inquietudes; muchos artistas se miran para adentro y piensan: 'Quién va a hacer esto por mí una vez que yo no esté'", reflexiona. "Me da orgullo, me gusta hacerlo. Obviamente, en algún momento, empezaré a hacer cosas que no tengan tanto que ver con Kemble directamente, porque la experiencia cuenta: al hablar de mi padre estoy hablando de lo que yo puedo hacer también por otro. Tengo mucha experiencia en gestionar", explica, sentada en el mismo comedor donde alguna vez estuvieron alrededor de la mesa Víctor Grippo, Miguel Briante, Raúl Santana o Jorge López Anaya. La casa respira historia. Tanto ella como su padre fueron hijos únicos, y el chalet de estilo inglés vio pasar ya tres generaciones de Kembles. Su visión estética está marcada por esta crianza pero, más que nada, su contexto forjó la personalidad extravertida de Julieta. "Más que en mi estética, me influyó en mi libertad. No estoy atada a ninguna convención: se ve en cómo me muevo, en lo que digo o en lo que opino. Me siento una persona que no tiene ninguna atadura y no hago nada por quedar bien. Tengo voz y me manifiesto. Tengo libertad para discernir".

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